EL ZOQUETE EN EL FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN




















Resumen rápido: una agotadora gozada.

Versión larga: en realidad han sido muchas las sensaciones obtenidas y va a ser difícil resumirlas. Pero allá vamos.

En un principio, mi intención era aprender cómo hacían las cosas los maestros del mundo festivalero. Es nuestro único certamen cinematográfico de serie A y eso son palabras mayores. Gracias a la impagable ayuda del amigo José Manuel, conseguí una acreditación de esas que te dejan entrar hasta (casi) las entrañas del monstruo. Y allá que me fui.

En cuanto paseé por la Avenida de Zurriola, invadida por esos enormes cartelones, y entré en el Kursaal ya supe cual era el pilar principal del Festival: la pasta gansa. Jóvenes impecablemente vestidos, coches de lujo que van y vienen trayendo estrellas, un desparrame editorial e informativo que cae en tus brazos como el maná y una organización sincronizada que encaja cada pieza de su engranaje a la perfección.

Tardé un par de minutos más en darme cuenta de cual era el segundo pilar de este enorme edificio: el cariño inmenso de los donostiarras por él. Antes muertos que sin Zinemaldia. Se nota que ya les enseñaron los colmillos cuando estuvieron a punto de desposeerles de esa categoría A. Y eso les dio mucho «yuyu». San Sebastián rezuma Festival. La ciudad es un puro plató de cine; las proyecciones se abarrotan; las apariciones fugaces de las estrellas causan furor; las filas se forman con ilusión y paciencia, sin ningún tipo de tensión. Aquello es una verdadera fiesta cultural. Cualquier película del kurdistán se disfruta o se padece con pasión... Conozco más de un sitio donde la proyección de una película ganadora de Berlín o Venecia quedaría «suspendue». Ya no te digo probar otros experimentos audiovisuales.

Tres días a cinco películas diarias (excepto el domingo, que fueron cuatro porque a doce bigardos les dio por jugar la final del Eurobasket). Sinceramente, jamás había visto tres películas seguidas.Mi record estaba en una temporada completa de «Perdidos» entre pecho y espalda. Tenía auténtico pavor por dormirme y roncar entre la tribu de críticos criticones que me rodeaba (Por cierto, como chiste malo, entre ellos también había muchísima pasta: a ver si varían los modelos de gafas, que parecían del uniforme de un «indie» en Sonorama). Temía ese momento en el que no pudiera aguantar la verborrea de alguna película francesa y tuviera que huir vergonzosamente, pisando los callos de mis compañeros de fila. Pues no, oye. Como un campeón. Y eso que hubo pestiños como esas dos películas (galas tenían que ser) que nos endosaron después del madrugón del segundo día.

Pero pude ver películas muy buenas. Magníficas. De verdad que tenía muchas ganas. Estaba ya muy enfadado con el cine. Pocas, poquitas cosas me habían emocionado estos últimos años. Apenas hallaba motivos para quitarme las pantuflas y acercarme a las salas. Sin embargo, me acabo de reconciliar. Vuelvo a creer en el cine como arte que te aporta alegría, sufrimiento, decepción y fe en las personas. Historias bonitas y bien contadas que te muestran diferentes mundos y puntos de vista.

Como no quiero aburriros en El Zoquete, paso las crónicas de las películas a los amigos de Kulechov (ya que soy el socio 37, aunque siempre pierda el carnet) a ver si se animan a publicarlas. Daos una vuelta por ahí y espero ayudaros a invertir 6,50 Euritos para la próxima vez que os animéis a ir a ese mundo con el que ya he hecho las paces: EL CINE.

P.D. Que sí, que sí. Entre codos, sobacos, nalgas, cables y cámaras, pude ver a Brad Pitt. A menos de 10 metros. Tengo una foto que no lo demuestra porque la puñetera cámara no disparaba el flash. Se puede ver un hombro y un borrón. Pero os juro por Obi Wan Kenobi que era él. ¿Y cómo es él? Guapo y tipazo, mucho mejor al natural. Elegante y con un saber estar innato. ¡Cómo aguantó a todos!. ¿Y Tarantino? Un superclase. Yo de mayor quiero ser como él: un tío que hace lo que le sale de las gónadas y encima le pagan y le pelotean.

Bueno, bueno. Ahora, a pasarse por El Efecto Kulechov.

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