THE BOSS (o el Puto Jefe)



Como suele ocurrir, al buscar otra cosa, hemos encontrado en una carpeta esto de aquí arriba: la entrada con la que disfruté de uno de mis mayores sueños de hace casi 24 años: ver a Bruce Springsteen, The Boss, en directo.

3 de agosto de 1988. Acababa de terminar la Universidad. Después de una panzada enorme de estudiar (por imbécil, había suspendido todas las asignaturas en el primer cuatrimestre) había aprobado todo. Ya era un señor licenciado. Me imagino que por haber cumplido el reto, mi padres me correspondieron con lo que para ellos, sin duda, fue un enorme sacrificio económico. Tampoco estaría muy lejos del regalo mi hermana, verdadera mecenas de mi juventud. Apenas tuve que insistir: lo pedía con total ansiedad. No recuerdo haber tenido otra ilusión mayor en aquellos años.

La compañía: un gran amigo, lector de este blog y otro compañero suyo de la Facultad. Tres pipiolos recien graduados, con toda la vida y expectativas por delante. Acudimos al Nou Camp con mucho tiempo de antelación. Por supuesto, nos situamos en el césped, en medio campo, en la posición del 10 que hacía poco había sido de Maradona. En apenas unos minutos aquello se llenó hasta los sobraderos: 80.000 personas cuentan las crónicas. Dudaba mucho que el concierto comenzara a las 9 de la noche. Aún había bastante luz y no concebía un concierto sin la parafernalia de los focos de colores. Pero no, a las 9 en punto sonó un simple riff de pianola. El escenario seguía vacío. Un minuto después allí estaban: La E Street Band con el recordado Clarence Clemons, la pelirroja Patti Scialfa y su futuro marido: Bruce Springsteen, The Boss, el camionero de Philadelphia, el puto amo del universo. "Ja soc aquí", dijo, como el Tarradellas, tú.

Lo que ocurrió entonces fue impresionante: del 10 o medio centro acabé en punta, de 9 rematador. Sin pisar el suelo, fui amasado, retorcido, elevado y transportado, en el interior de un monstruo de carne febril, hasta las vallas de seguridad del escenario. Allí me quedé clavado por el esternón, a pocos metros de aquellas botas de cowboy y de esas patillas de estibador. No dudaba en ningún momento que ese era el fin de mi corta vida. Me asaltó la imagen de mi madre, mordiéndose el labio inferior y diciéndome: "ya te lo dije, ya te lo dije".

Obviamente, sobreviví para disfrutar de las cuatro (¡cuatro!) horas más felices de aquellos años. El Puto Jefe únicamente paró 20 minutos. Los aproveché para -por enésima vez- escurrir de  la camiseta  todo el sudor que acumulaba. Busqué desesperado una cerveza que resultó tan fría que, al engullirla con tanta ansiedad,  me provocó enormes dolores de estómago. Atentas, dos amables chicas de la Cruz Roja corrieron hacia mí. Tanto me debía retorcer que ya estaban a punto de llevarme a la ambulancia. Al ver sus intenciones de sacarme del estadio corrí como un poseso otra vez hacia el centro del campo. Como ya conocía el paño, al apagar de nuevo las luces y sonar el primer acorde, clavé los pies sobre el punto de saque y no me movió ni el diablo. Desde allí,  fue donde realmente me di cuenta de donde estaba: en medio del Nou Camp, en el puesto de Maradona, con 80.000 personas alrededor que veían como Bruce cantaba otras dos horas (de eso estaba convencido) sólo para mí.

Tres horas después del primer acorde, cantó la canción con más mezcla de sensualidad y testosterona que ha escrito ser humano alguno (¡esa parada del minuto 2,34!). Y ya, que más puede pedir uno... que si el mundo tiene que acabar, que sea en ese momento.



Ya sé que suena fantasioso. Pero aquello fue lo que ocurrió. O quizás  fue lo que recuerdo. Qué más da. Era 3 de agosto de 1988, Barcelona, cantaba The Boss y un pipiolo estaba a punto de iniciar el resto de su vida.

24 años después y gracias a la enorme generosidad de unos amigos que quieren compartir con nosotros un brindis a la vida, vuelve la cita con el Sr. Springsteen. Nunca se lo voy a agradecer bastante. No sólo me van a invitar a un concierto y a su casa. Me han invitado a mirar otra vez con emoción e ilusión los días o años que queden por delante. Mi eterno agradecimiento.

Prepárate, Bruce, que allá vamos.





4 comentarios:

LEOmuñoz dijo...

¡Que emocionante tío!, ya te veo otra vez allí en el puesto del 10, que ahora ocupa el otro Maradona, el bueno, el mejor persona e igual de buen jugador que aquel del 88. Ya te veo espectante a que se apaguen las luces del estadio y suene de nuevo ese acorde que hará que otras 80.000 gargantas coreen el nombre de Bruce, y ya te veo allí mucho más emocionado, aunque solo sea de saber que han pasado 24 años y todavía tenemos al BOSS en el escenario.

LEOmuñoz dijo...

Ah! por cierto yo lo vi en Zaragoza (La Romadera) unos años más tarde que tú y se pegó el tío 3 horas encima del escenario, que crack!

Charlyté dijo...

Gracias por tu comentario, Leo. Esta vez vamos a Madrid. Si es en el Bernabeu, elegiré el sitio del jugador que más me ha impresionado viéndolo moverse: Fernando Redondo, el elegante clavador de codos. Otro crack.

Charlyté dijo...

Mirad lo que he encontrado:

http://www.rtve.es/alacarta/videos/musica-en-el-archivo-de-rtve/bruce-springsteen-grandeza-del-rock-roll/427367/

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